21/2/11

AURORA Y EL ÁGUILA DE EDOX

Fragmento del 1er. capítulo


AURORA Y EL ÁGUILA DE EDOX

Aurora nunca aprendió a leer ni a escribir, pero era una auténtica experta en el conocimiento de varias lenguas, además del lenguaje de los gestos. Era una habilidad que poseía desde niña. Desconocía el origen de semejante Don, así como su propio origen. No tenía a nadie a quien preguntar por su procedencia. Estaba sola, sus padres adoptivos habían fallecido cuando ella era muy pequeña, sólo recordaba haber sobrevivido gracias al cobijo y la caridad de un viejo monje que vivía desterrado en la aldea donde ella había crecido. Pero Aurora sentía que no pertenecía a ningún lugar, ni siquiera tenía recuerdos de su procedencia. Quizás por ese motivo se sentía diferente, y quizás también, por que los habitantes de la pequeña aldea decían que era hija de una bruja, y que por esa razón ella podía hacer cosas que nadie más podía hacer. Era una chica extraña, ni siquiera tenía amigos, tan sólo al viejo monje de la aldea, y también, a su águila de Edox, que se había convertido en su guardián protector y su guía, al morir el viejo monje.

La mañana siguiente a la muerte del monje, despertó sobresaltada, al intuir en la alcoba una presencia, al abrir los ojos vio como ante ella, desde el gran armazón de madera, al pie de su cama, se hallaba, erguido y majestuoso, el Águila de Edox. Su plumaje era de un extraño color grisáceo y las últimas plumas de los extremos de sus alas, eran de un impoluto color blanco, aurora pensó que había visto muchas veces águilas de mayor tamaño, pero nunca ninguno dentro de su alcoba. El ave la miraba fijamente, con cierto gesto de ternura. Parecía como si hubiese estado allí toda la noche, velando su sueño tras haberse quedado sola. Aquel día cumplió dieciséis años, y desde entonces su águila de Edox no se había separado de ella jamás.

(...)


©Yolanda Gutiérrez Martos
Publicado por Yolanda Gutiérrez Martos en 12:26 |  
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